viernes, 16 de septiembre de 2011

La Decena Trágica

Se conoce con este nombre a un conflicto militar ocurrido en la ciudad de México –entre los días 9 y 19 de febrero de 1913- que tuvo como consecuencia el derrocamiento del presidente Francisco I. Madero.
Las causas de la caída de Madero provienen de su distanciamiento con aquellos que lo apoyaron -como Pascual Orozco y Emiliano Zapata, entre otros-, en las rebeliones surgidas durante su gobierno y en la franca campaña que el embajador norteamericano, Henry Lane Wilson, había levantado en su contra.
Los acontecimientos de La Decena Trágica
El 9 de febrero, ciertos conspiradores del ejército se sublevan contra el presidente y liberan a dos presos célebres, Félix Díaz y Bernardo Reyes, antiguos porfiristas. Reyes muere en la refriega y los sublevados, al mando de Félix Díaz, se refugian en la Ciudadela, que se ubicaba en la actual calle de Balderas.
Antes de llegar a Palacio Nacional el presidente Madero designa a Victoriano Huerta comandante militar de la plaza, quien al parecer desde el principio estaba coligado con los sublevados. En los combates del día murieron más de cuatrocientas personas, muchas de ellas eran civiles.
Para el día 10 de febrero un agente de Huerta se entrevistó con Félix Díaz en el restaurante El Globo y al día siguiente los dos comandantes "rivales" se entrevistaron directamente en una casa de la colonia Juárez.
El 11 de febrero el embajador Wilson visitó al presidente de la República, le expresó sus simpatías por Félix Díaz y lo amenazó con la intervención militar.
El día 12 los alzados abren una brecha en la cárcel de Belén y los presos se les unen, por la noche la ciudad es privada del servicio de energía eléctrica. La táctica de Huerta era causar el menor daño a las fuerzas de Félix Díaz y, en cambio, sembrar el pánico entre la población.
El día 14 Wilson prosigue sus amenazas y dice al ministro de Relaciones Exteriores que una fuerza de cuatro mil soldados entrarán a México para restablecer el orden y para obligar al presidente a dejar el poder.
El 17 de febrero concluyen las negociaciones entre Félix Díaz y Huerta en la embajada de los Estados Unidos.
El día 18 fue crucial, Huerta defecciona abiertamente y designa al general Aureliano Blanquet para que tome el Palacio Nacional. A la una y media de la tarde un escuadrón aprehende al presidente Madero y al vicepresidente Pino Suárez.
El día 19 por la tarde se echan a vuelo las campanas de la catedral y se afirma que ha cesado la lucha. Madero, que es obligado a presentar su renuncia, solicita garantías para salir del país.
Asesinato de Madero y Pino Suárez
Con esto concluye el episodio de la Decena Trágica. En los días subsiguientes se decide la suerte de Madero. Se dice que Huerta preguntó a Wilson qué hacer con el presidente, si fusilarlo o enviarlo a un manicomio, a lo que Wilson contestó que hiciera lo qué mejor considerara para el país.
En la noche del 22 al 23 de febrero Madero y Pino Suárez son trasladados a la penitenciaría, en el trayecto los asesinaron en una ataque simulado.

martes, 9 de agosto de 2011

La guerra de los pasteles



Se conoce con este nombre al conflicto internacional ocurrido entre México y Francia entre los años de 1838 y 1839. El problema se originó por una serie de  reclamaciones que ciudadanos franceses hacían al gobierno mexicano. Las demandas exigían indemnizaciones por daños sufridos en las propiedades de algunos ciudadanos franceses avecindados en México.
El nombre de "Guerra de los pasteles" proviene de la reclamación de un restaurantero de Tacubaya que exigía indemnización por unos pasteles consumidos, y no pagados, por oficiales del ejército mexicano.
Las exigencias francesas
Desde el año de 1833 el gobierno francés había designado a Antoine Louis Deffaudis para atender sus asuntos en México. Deffaudis se había dedicado a presentar, ante el gobierno de México, todo tipo de reclamaciones de ciudadanos franceses.
Además del monto reclamado –seiscientos mil pesos- Deffaudis exigía el otorgamiento de ventajas comerciales para Francia. En apoyo de sus peticiones arribó a las costas veracruzanas una flota francesa. México aceptó en un principio pagar la indemnización solicitada, pero ante la amenaza de invasión no reconoció los demás puntos exigidos.  
Bloqueo a Veracruz y defensa de Santa Anna
Ante la respuesta del gobierno de negociar hasta que se retirara la flota francesa, el comandante de ésta declaró el bloqueo sobre los puertos mexicanos el 16 de abril de 1838.
Después de siete meses de bloqueo la economía mexicana había empeorado notablemente. Llegaron a Veracruz más embarcaciones francesas y Deffaudis fue reemplazado por el contraalmirante Charles Baudin quien venía con el cargo de ministro plenipotenciario.
En la ciudad de Xalapa se realizaron las pláticas entre Baudin y el ministro de Relaciones Exteriores Luis G. Gonzaga. Después de tres días de negociaciones infructuosas, el 27 de noviembre de 1838 la ciudad de Veracruz fue bombardeada por los franceses.
Ante la magnitud del acontecimiento Antonio López de Santa Anna fue requerido por el gobierno para tomar el mando de la plaza de Veracruz. El 5 de diciembre, en un enfrentamiento con un batallón francés, Santa Anna fue derribado de su caballo por un cañonazo, lo cual le ocasionó la pérdida de una pierna.  
Debido a que el bloqueo comercial afectaba los intereses económicos de otras naciones Inglaterra intervino en las negociaciones. Gracias a la mediación del ministro inglés Packenham se dio la firma de un tratado de paz entre México y Francia el 9 de marzo de 1839. México se comprometió a pagar la cantidad de 600 mil pesos y se le otorgó a Francia el tratamiento de nación más favorecida.
En cuanto al general Santa Anna, su actuación le valió el reconocimiento nacional, recuperó el prestigio perdido en la desastrosa campaña de Texas, se trasladó a la ciudad de México en donde fue recibido como héroe y en poco tiempo volvió a asumir la presidencia de la República una vez más.

domingo, 5 de junio de 2011

San Jacinto: la fatídica jornada de Santa Anna en Texas

Durante la campaña de Texas, comandada por Antonio López de Santa Anna, ocurrió un hecho que modificó, de manera definitiva, el curso de los acontecimientos y llevó a los texanos a conseguir su independencia. Se trata de la batalla de San Jacinto.
Después de sitiar la fortaleza de El Álamo –en la que Santa Anna no dejó a ningún rebelde con vida- el ejército mexicano se dividió en tres facciones para dedicarse a limpiar el territorio de los norteamericanos que buscaban la separación de Texas de la República Mexicana.

La jornada de San Jacinto
Confiado en los resultados positivos de la campaña militar, durante varios días Santa Anna recorre parte de Texas sin mayores problemas, el enemigo no da la cara. Los rebeldes abandonan Harrisburg, aunque Houston se mantiene al acecho con ochocientos hombres.
Una mañana, en el pueblo de Nueva Washington, se le informa a Santa Anna que el enemigo ronda por las cercanías. Exaltado, el general en jefe monta en su caballo y, en una actitud impropia de un comandante, grita desaforado que el enemigo está cerca, causando alarma y desconcierto en oficiales y soldados. 
A través de bosques y pantanos, por la orilla del Río San Jacinto, los mexicanos persiguen a Houston. En la espera del momento oportuno para atacar, Santa Anna acampa en un lugar inadecuado para defenderse.
Con el agobiante calor del día 21 de abril de 1836, con el enemigo casi frente a él, Santa Anna decide dar descanso a sus soldados y él mismo duerme la siesta bajo un árbol.
En ese momento de descuido inexcusable por parte del general - exceso de confianza o desprecio por el enemigo- Houston aprovechó para atacar y causar un desastre total en la columna mexicana. Murieron unos cuatrocientos soldados mexicanos, hubo muchos heridos y aún más prisioneros. Santa Anna -que además era el presidente de la República- fue capturado cuando intentaba escapar disfrazado de paisano.
Cabe suponer que si Houston realizó el ataque a esa hora es porque había observado la conducta de los mexicanos y sabía que Santa Anna se relajaba -lleno de confianza en el triunfo- a las horas de máximo calor.
Consecuencias del hecho
Santa Anna permaneció cautivo de los texanos por varios meses, en más de una ocasión estuvo a punto de morir a manos de la turba de voluntarios, pero los líderes separatistas sabían que les era más útil con vida. Fue enviado a los Estados Unidos para entrevistarse con el presidente Jackson y después el gobierno norteamericano lo envió a Veracruz.
Hasta hoy, no se han encontrado pruebas que afirmen que Santa Anna reconoció la independencia de Texas, en su carácter de prisionero estaba imposibilitado para hacer cualquier trato, sin embargo, se cree que se comprometió a no hacer nada a favor de la recuperación del territorio.
El gobierno de México no reconoció la independencia de Texas, luego los texanos pidieron la anexión a los Estados Unidos y México padeció, unos años después, una injusta guerra cuya derrota ocasionó la pérdida de los extensos territorios del norte.