lunes, 31 de enero de 2011

Introducción a la Revolución Mexicana

La Revolución Mexicana es un fenómeno de grandes magnitudes, a continuación se exponen algunos conceptos básicos a tener en cuenta al momento de iniciar su estudio.

La Revolución como hecho histórico o como ideología

La Revolución Mexicana es un acontecimiento trascendental -como lo son la conquista de Tenochtitlán, por Hernán Cortés, o la guerra de Independencia- en la historia de México. Su importancia es de tal magnitud que también cumple funciones ideológicas. De hecho, Héctor Aguilar Camín la llama "la mayor hazaña ideológica de la historia de México".

Por lo tanto, conviene estar consciente de esta situación y saber separar el estudio de la Revolución -como un hecho histórico- de la función ideológica que ha cumplido a través del tiempo. En todo caso, la carga ideológica del movimiento puede ser también objeto de estudio.

La Bola

Cuando se inicia el estudio de la Revolución Mexicana es común que se nos presente como un fenómeno sin pies ni cabeza. Es preciso recordar que cuando ocurría el movimiento un gran sector de la sociedad no alcanzaba a comprender los motivos por los que luchaba cada facción en particular.

Había mucha gente que se sumaba al movimiento sin tener una idea clara de lo que éste significaba. La Revolución se convirtió en la Bola, que equivale a decir que era algo indefinido o confuso. Era un torbellino que arrasaba con el antiguo orden y que ponía uno nuevo de inmediato. Por lo mismo, muchos participaban para obtener beneficios personales.  

Las etapas de la Revolución

La Revolución tiene una fecha de inicio -el 20 de noviembre de 1910- anunciada por Francisco I. Madero. Sin embargo, no tiene una fecha de terminación. No sólo comprende la fase armada, sino que va más allá, incluye varios periodos presidenciales en los que -se supone- se realizaron los cambios y las reformas que se obtuvieron con el triunfo del movimiento. 

Para simplificar su estudio se recomienda esta división:

  • Fase armada, de 1910 hasta la Constitución de 1917.
  • Fase de los caudillos, los periodos de Carranza, Obregón y Calles. El país debe ser pacificado, se deben controlar las facciones que aún están en pie de lucha.
  • Fase constructiva, inicia con el periodo de Lázaro Cárdenas y se extiende por un tiempo no muy preciso.

Son varias revoluciones

La Revolución Mexicana no es un conjunto unitario, no es una sola guerra o una sola revolución. Al contrario, en el movimiento encontramos varias revoluciones: la de Madero, la de Zapata, la de Villa, la de Carranza, etc.

La existencia de varias revoluciones nos lleva a la aceptación de que podían existir varios caudillos y que cada uno representaba una facción diferente que podía establecer alianzas con otra facción y luego, de ser necesario, romper -y pelear- con ella.

La revolución es un producto nacional

Es decir, fue hecha por mexicanos, de ahí su valor ideológico. También por eso, cuando los acontecimientos se salgan de toda lógica debemos recordar que la hicieron mexicanos que piensan como mexicanos.

martes, 11 de enero de 2011

La alianza entre Hernán Cortés y Tlaxcala

Es muy conocida en la historia de la conquista de México la alianza que los tlaxcaltecas establecieron con los conquistadores españoles para emprender la guerra contra las fuerzas del imperio mexicano. Un poco menos conocido es que los tlaxcaltecas, en un principio, negaron la entrada a los españoles a su territorio y tuvieron grandes batallas contra ellos.

La confederación de Tlaxcala

Tlaxcala no era un pueblo tributario del imperio azteca, era una confederación de varios señoríos que luchaban unidos para defenderse de los ataques de los mexicas. Los señoríos de Tlaxcala eran Tizatlan, Ocotelulco, Tepetícpac y Quiahuixtlan. En los tiempos de la conquista los señores más influyentes eran Maxixcatzin, de Ocotelulco, y Xicoténcatl el viejo, de Tizatlan.

Se cree que los aztecas nunca sometieron a Tlaxcala para que sus guerreros jóvenes tuvieran un enemigo cercano con el cual combatir. Los tlaxcaltecas vivían en continuo estado de guerra y con ciertas privaciones, su territorio estaba rodeado por los aliados o tributarios de los mexicas, no usaban productos como la sal o el algodón, pues estaban impedidos de comerciar con otros pueblos.

La oferta de paz de Hernán Cortés

Cuando los españoles inician el ascenso, de la costa hacia el altiplano central, deciden -a propuesta de sus primeros aliados, los cempoaltecas- pasar por territorio tlaxcalteca para tratar de concertar una alianza en contra de los mexicanos. Cortés envía unos mensajeros cempoaltecas con el encargo de comunicar a los señores de Tlaxcala su deseo de pasar por sus tierras. Les escribe una carta -aunque sabía que no la entenderían- y les envía un regalo -un chapeo (sombrero) de Flandes. Pasan los días y los mensajeros no regresan con la respuesta, entonces, cuando Cortés decide penetrar a tierras de Tlaxcala se le considera como un invasor.

Las batallas entre Hernán Cortés y los tlaxcaltecas 

La propuesta de paz de Hernán Cortés resultaba sospechosa a los tlaxcaltecas, era muy extraño que un extranjero que se presentara en son de paz y con una posible propuesta de alianza contra los mexicanos estuviera acompañado precisamente por algunos señores de los mexicanos. 

Después de una primera batalla de reconocimiento -al parecer primero enviaron a un contingente otomí- las fuerzas al mando de Xicoténcatl el Joven hacen frente a los españoles. Por la superficie del terreno los caballos de Cortés no pueden desempeñarse bien, en tanto que las fuerzas de Tlaxcala atrapan y logran dar muerte a un caballo -la yegua de Morón, un soldado. Al parecer, Xicoténcatl deseaba demostrar que los caballos -los llamaban venados en su idioma- eran sólo animales domésticos, cosa que logró. Esta batalla sucedió el 2 de septiembre de 1519 y se conoce como la batalla de Tzompantzinco.

Tres días después ocurre otra batalla, los tlaxcaltecas han logrado conjuntar un ejército de cincuenta mil guerreros, pero, por diferencias entre los diferentes mandos, no todos combaten, lo cual es una ayuda para los españoles.

La concertación de la paz

Después de esto y ante el fracaso de un intento de ataque sorpresa, los tlaxcaltecas deciden entablar pláticas con Hernán Cortés. Cuando esto ocurre, según la crónica de Bernal Díaz, los españoles están exhaustos y desmoralizados. El senado de Tlaxcala envía una embajada al campamento español y se le invita a entrar en una de las ciudades principales para ser recibido por los máximos dirigentes de la confederación tlaxcalteca.

Días después Hernán Cortés entra a Tizatlan y se pacta la alianza, los señores de Tlaxcala entregan algunas de sus hijas a Hernán Cortés, quien a su vez las entrega como esposas a sus principales capitanes.

Después de esto, Hernán Cortés y un contingente tlaxcalteca inician su camino hacia Tenochtitlán, toman la dirección de Cholula, una ciudad aliada de los mexicanos.

sábado, 8 de enero de 2011

Hernán Cortés y la conquista de México

Mucho se ha escrito acerca de la conquista del imperio mexica por Hernán Cortés. Un pequeño contingente de alrededor de quinientos hombres buscando fortuna, con armamento superior, fue capaz de vencer al ejército, a los ejércitos, más bien, del emperador Moctezuma.



                                              Hernán Cortés

Ante la victoria la personalidad del conquistador resalta en primer lugar. Sus innegables aptitudes, de las que se valió para vencer a un imperio poderoso, le han impedido estar en gracia con quienes después han habitado la tierra mexicana. Por razones que parecen obvias Hernán Cortés no deslumbra a los mexicanos, ni de la actualidad ni de cualquier época anterior.

El sentir general es que la conquista fue una masacre de la que Cortés es el máximo, si no es que el único, responsable. Sus decisiones -como el hundimiento de sus naves o la matanza de Cholula- drásticas  siempre fueron en pos de un objetivo: derrotar las fuerzas del imperio mexica y tomar posesión de las tierras nuevas en nombre del monarca español. Ese objetivo, o la insaciable sed de oro, vienen a ser, por el momento, la misma cosa.

Es natural pensar que la conquista de la tierra y el sometimiento de los pueblos indígenas a manos de los españoles era algo inevitable dado que, tecnológicamente, Europa superaba a las culturas mesoamericanas. Hasta la fecha, la rapidez y la prestancia con que ocurrió la conquista no deja de causar asombro.

Entre 1519 y 1521 se consumó el triunfo de los conquistadores, nunca hubo marcha atrás, nunca hubo indecisiones, la marcha de la costa hacia el altiplano no tuvo inconveniente alguno para Cortés y sus hombres -la guerra con Tlaxcala fue determinante porque Cortés, en lugar de ser derrotado, salió más fuerte de ella. Sólo hubo un tropiezo, la huida y derrota en la Noche Triste. Después de ello los españoles se recuperan y planean su estrategia de contraataque en Tlaxcala.

Pero si Cortés tenía más de un motivo para perseguir la victoria, los mexicas tenían mucho trabajo hecho para propiciar su derrota. El peso de las imposiciones que aplicaban a sus súbditos estaban en el mismo lado de la balanza que los motivos del ambicioso conquistador. Como contrapeso a todo esto los aztecas sólo tenían sus armas, sus dioses y su clase dirigente.

Pero las armas eran inferiores a las de los extranjeros, los dioses equivocaron la estrategia porque pedían la sangre del enemigo, no su aniquilamiento -como hubiera sido lo lógico- y la clase dirigente creía en el regreso de Quetzalcóatl, el dios blanco y barbado que prometió regresar cuando se embarcó en Coatzacoalcos en un tiempo mítico.

Definitivamente no tenemos por qué ser partidarios de los métodos de Cortés, en cambio, deberíamos tener el ánimo para comprenderlo en su contexto y en su época. Como también deberíamos tener el ánimo para entender que entre las causas de la derrota mexicana hay elementos cuyo peso es mucho más grande que toda la fuerza que puedan representar quinientos aventureros mejor armados -armados hasta con sus enfermedades- cuyo objetivo era rescatar oro a cambio de piedras verdes.