Se conoce como la época de Santa Anna a las tres décadas que van de la consecución de la Independencia, en 1821, hasta los años de la Reforma hacia la mitad del siglo. Durante ese tiempo Antonio López de Santa fue uno de los personajes que mayor influencia tuvo en los destinos del país, lo cual no significa que haya sido el único responsable de la inestabilidad, y de la debilidad de la nación.
México, que había vivido tres siglos de relativa calma entró, nomás conseguir su Independencia de España, en un periodo de agitación política en la que fue incapaz de crear un sistema de gobierno estable. En pocos años se pasó del Imperio de Agustín de Iturbide a la República Federal y de ésta al Centralismo y luego a variantes de las dos últimas.
Michael Costeloe -en La República central en México, 1835-1846- enlista a 16 presidentes más 33 gobernantes provisionales que hacen un total de 49 gobiernos, esto sólo en el periodo de 1824 a 1857.
Aunque hubo esfuerzos para generar un sentimiento de unidad nacional y de identidad después de la Independencia, el rasgo característico de esta época es la diversidad de intereses, políticos o económicos, es decir, el regionalismo.
La cohesión y la unidad que había conseguido el Virreinato se perdieron con la Independencia. Las diferentes regiones demandaron una forma de gobierno federal en donde se representaran sus intereses. Por otro lado, la apertura política que propició la Independencia llevó a muchos mexicanos a incursionar en esta actividad, por lo que pronto se vio a una gran cantidad de hombres, por lo general con poca experiencia, participando en la acción y el debate políticos.
En esas tres primeras décadas México enfrentó situaciones muy difíciles -guerras intestinas, conflictos con las grandes potencias europeas y con los Estados Unidos, la bancarrota, etc.- que resultarían determinantes para la posterior conformación del país.
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