Durante la campaña de Texas, comandada por Antonio López de Santa Anna, ocurrió un hecho que modificó, de manera definitiva, el curso de los acontecimientos y llevó a los texanos a conseguir su independencia. Se trata de la batalla de San Jacinto.
Después de sitiar la fortaleza de El Álamo –en la que Santa Anna no dejó a ningún rebelde con vida- el ejército mexicano se dividió en tres facciones para dedicarse a limpiar el territorio de los norteamericanos que buscaban la separación de Texas de la República Mexicana.
La jornada de San Jacinto
Confiado en los resultados positivos de la campaña militar, durante varios días Santa Anna recorre parte de Texas sin mayores problemas, el enemigo no da la cara. Los rebeldes abandonan Harrisburg, aunque Houston se mantiene al acecho con ochocientos hombres.
Una mañana, en el pueblo de Nueva Washington, se le informa a Santa Anna que el enemigo ronda por las cercanías. Exaltado, el general en jefe monta en su caballo y, en una actitud impropia de un comandante, grita desaforado que el enemigo está cerca, causando alarma y desconcierto en oficiales y soldados.
A través de bosques y pantanos, por la orilla del Río San Jacinto, los mexicanos persiguen a Houston. En la espera del momento oportuno para atacar, Santa Anna acampa en un lugar inadecuado para defenderse.
Con el agobiante calor del día 21 de abril de 1836, con el enemigo casi frente a él, Santa Anna decide dar descanso a sus soldados y él mismo duerme la siesta bajo un árbol.
En ese momento de descuido inexcusable por parte del general - exceso de confianza o desprecio por el enemigo- Houston aprovechó para atacar y causar un desastre total en la columna mexicana. Murieron unos cuatrocientos soldados mexicanos, hubo muchos heridos y aún más prisioneros. Santa Anna -que además era el presidente de la República- fue capturado cuando intentaba escapar disfrazado de paisano.
Cabe suponer que si Houston realizó el ataque a esa hora es porque había observado la conducta de los mexicanos y sabía que Santa Anna se relajaba -lleno de confianza en el triunfo- a las horas de máximo calor.
Consecuencias del hecho
Santa Anna permaneció cautivo de los texanos por varios meses, en más de una ocasión estuvo a punto de morir a manos de la turba de voluntarios, pero los líderes separatistas sabían que les era más útil con vida. Fue enviado a los Estados Unidos para entrevistarse con el presidente Jackson y después el gobierno norteamericano lo envió a Veracruz.
Hasta hoy, no se han encontrado pruebas que afirmen que Santa Anna reconoció la independencia de Texas, en su carácter de prisionero estaba imposibilitado para hacer cualquier trato, sin embargo, se cree que se comprometió a no hacer nada a favor de la recuperación del territorio.
El gobierno de México no reconoció la independencia de Texas, luego los texanos pidieron la anexión a los Estados Unidos y México padeció, unos años después, una injusta guerra cuya derrota ocasionó la pérdida de los extensos territorios del norte.