martes, 30 de octubre de 2012

El Ayuntamiento de México ante la crisis española de 1808

A principios del siglo XIX Napoleón trataba de imponer condiciones en Europa y afectaba a una España –relegada a potencia de segundo orden- que atravesaba por una aguda crisis política. La combinación de estos factores tuvo como efecto la desaparición, transitoria, de la dinastía de los borbones en el trono español. 


                                       José de Iturrigaray
                                       Virrey de la Nueva España

La inusitada desaparición del poder legítimo en la metrópoli llevó al Ayuntamiento de la ciudad de México a plantearse la validez de las instituciones que gobernaban el virreinato, lo cual originó una polémica entre el Ayuntamiento y la Real Audiencia acerca del importante asunto de la soberanía de la nación.


La crisis española de 1808

El rumbo que tomó el gobierno español de Carlos IV, y su ministro Godoy, afectó los intereses de las élites españolas, por lo que éstas buscaron el apoyo de Fernando, hijo de Carlos IV y príncipe de Asturias, es decir, formal heredero de la corona. 

En este conflicto interno desempeñó un papel fundamental la relación con Francia. Para Napoleón, España representaba un punto estratégico en su conflicto contra Inglaterra. Con el pretexto de pasar a Portugal, y con la anuencia de Carlos IV, las tropas francesas se asentaron en territorio español. 

Esta supuesta relación amistosa terminó siendo una virtual invasión. En Bayona, Napoleón logró uno de sus objetivos: consiguió que tanto Carlos como Fernando abdicaran al trono español. Poco después, el emperador francés entregó la corona de España a su hermano José Bonaparte. 

El vacío de poder creado en estas circunstancias llevó al pueblo de Madrid a enfrentarse, el 2 de mayo de 1808, contra los invasores. Aunque los disturbios fueron fácilmente controlados, este fue el inicio de un conflicto para expulsar a los franceses del país. Los reinos españoles comenzaron a organizarse en juntas gubernativas para preservar la soberanía hasta que el monarca legítimo asumiera el trono.


Consecuencias en la Nueva España

Poco después de que se conocieron en el virreinato los acontecimientos en la península, el Ayuntamiento de la ciudad de México se reunió para analizar la situación y dirigió, el 19 de julio, un manifiesto al virrey José de Iturrigaray en el que se declaraban nulas las abdicaciones de Carlos IV y Fernando. 

En el documento, además de jurar fidelidad a Fernando VII como rey de España, el Ayuntamiento tomó la voz en nombre de todos los pueblos de la Nueva España y se consideró depositario, junto a las demás instituciones legalmente establecidas –se refieren a los cabildos-, de la soberanía del reino, por lo que ahora, en ausencia del rey, el pueblo debía organizarse para resguardar la soberanía.

La postura del Ayuntamiento provocó la reacción de la Real Audiencia, que consideró inadecuadas, y peligrosas, las peticiones del cabildo de la ciudad. Es decir, ante la complicada situación de la casa real, en la Nueva España se formaron dos facciones: la de los peninsulares, representados por la Audiencia, y la de los criollos, representados por el Ayuntamiento.

Dentro de la facción criolla aparecieron dos tendencias: una que proponía la autonomía, sin apartarse de la metrópoli, y otra, mucho más avanzada -la de Melchor de Talamantes-, que dejaba entrever la independencia del reino, pero ligado a España por lazos de sangre –se ofrecería la corona de México a un miembro de la familia real española- para evitar caer en manos de alguna otra potencia europea. 

El 5 de agosto, el Ayuntamiento solicitó al virrey la formación de una Junta General. Iturrigaray accedió a la formación de la junta, por lo que la facción peninsular, temiendo un movimiento independentista, organizó un golpe de estado. La noche del 15 de septiembre de 1808 poco menos de trescientos españoles, pagados y dirigidos por Gabriel Yermo, sorprendieron al virrey y lo hicieron preso.

Iturrigaray, de quien se sospechaba estar de acuerdo con los planes autonomistas del Ayuntamiento, fue destituido y enviado a España, su lugar lo ocupó provisionalmente Pedro Garibay. Además fueron encarcelados, entre otros, el regidor Francisco Azcárate, el síndico Francisco Primo de Verdad y Melchor de Talamantes. 

Con el encarcelamiento de los implicados criollos se dio por terminado el conflicto, pero el hecho marcó las diferencias ideológicas entre peninsulares y criollos y sentó el precedente para futuras conspiraciones que desencadenarían la guerra por la independencia.

lunes, 15 de octubre de 2012

Juan Álvarez y la revolución de Ayutla


En abril de 1853 Antonio López de Santa Anna asumió la presidencia de México después de regresar de su exilio en Colombia. Lucas Alamán había ideado un sistema de gobierno, centralizado, que evitaba la participación política y que –al menos en el papel- controlaría las ambiciones de Santa Anna. Los decesos de Alamán y de José María Tornel, otro destacado conservador, dejaron el camino libre al presidente, quien, más viejo y menos apto para gobernar, dio rienda suelta a sus excesos.

Antes de terminar el año de 1853 Santa Anna había conseguido prorrogar de manera indefinida las facultades omnímodas para gobernar, también podía designar a su sucesor y debería ser llamado con el título de Alteza Serenísima. Para financiar los elevados gastos de su administración había decretado impuestos onerosos e injustificados. Esto, más la venta del territorio de la Mesilla a los Estados Unidos, desató el disgusto de los grupos políticos y de la población en general.



                                           General Juan Álvarez



Diferencias entre Santa Anna y Juan Álvarez

Juan Álvarez había iniciado su carrera militar durante la independencia al lado de Morelos y de Vicente Guerrero. Con el tiempo se convirtió en el hombre fuerte del sur y había logrado, gracias a su influencia, la creación del estado de Guerrero, del que fue su primer gobernador.

Al parecer su relación con Santa Anna fue de conveniencia -igual que la de otros liberales y conservadores de la época. Estuvo de acuerdo en la designación de Santa Anna para la presidencia, en 1852, y aceptó su inclusión como miembro de la Orden de Guadalupe, que el dictador había reinstituido. 

Las diferencias entre ambos caudillos salieron a la luz cuando Santa Anna, pretextando un ataque al puerto de Acapulco por parte del aventurero francés Raousset de Boulbon, envió un contingente militar a los dominios de Álvarez. Éste, conociendo que el movimiento respondía a un intento para disminuir su capacidad de acción, se dispuso a enfrentar al gobierno central.


El Plan de Ayutla

El 1 de marzo de 1854, el coronel Florencio Villarreal proclamó el Plan de Ayutla, mediante el cual se desconocía al presidente Santa Anna y se convocaba a la instalación de un Congreso extraordinario para constituir a la nación bajo la forma de una república representativa y popular. 

Días después en Acapulco, Ignacio Comonfort, exfuncionario de la aduana, realizó algunas adecuaciones al plan para atraer a los miembros del partido moderado, al que él mismo pertenecía. Las reformas consistían en resaltar la comunión del Plan de Ayutla con la doctrina liberal, por ser la que convenía al país. 

No obstante estas declaraciones, el importante grupo de liberales desterrados, primero en Nueva Orleans y luego en Brownsville, no se decidían a apoyar la campaña de Álvarez.


La lucha revolucionaria

La lucha revolucionaria pronto se extendió por el sur. Como en los viejos tiempos Santa Anna emprendió la marcha a Guerrero con un ejército de cinco mil hombres. Intentó tomar Acapulco, pero se enfrentó con la oposición de Comonfort, quien se hallaba bien posicionado en el fuerte de San Diego. Poco tiempo después, con el argumento de que no había enemigos a quien enfrentar, regresó a la capital en son de triunfo. 

Ignacio Comonfort partió a Estados Unidos en busca de fondos económicos regresando a fin de año con un buque cargado de armas y municiones. A mediados de 1854 la revolución había llegado a Tamaulipas, Guanajuato, San Luis Potosí y México.

Ante el avance de la oposición, Santa Anna decidió, antes de que le cerraran el camino a Veracruz, abandonar el gobierno. El 9 de agosto de 1855 salió de la capital rumbo a Veracruz, a mediados del mes se embarcó hacia la Habana. 

Consumada la victoria, Juan Álvarez, elegido presidente interino, estableció su gobierno en Cuernavaca y envió a Comonfort a la ciudad de México para iniciar las reformas que exigía la revolución.

Con el triunfo de la revolución de Ayutla terminó la llamada era de Santa Anna, el general Juan Álvarez delegó el poder en Ignacio Comonfort y comenzó una etapa de transformación derivada de la acción del grupo liberal que se integró al gobierno de la República. Aunque estos cambios no tardarían en ocasionar un nuevo conflicto: la guerra de Reforma.
 

jueves, 4 de octubre de 2012

Valentín Gómez Farías y la Reforma liberal de 1833


El año de 1832 comenzó en México con un levantamiento en Veracruz que fue apoyado por Antonio López de Santa Anna. El pronunciamiento fue secundado en otras regiones y a fines de año Anastasio Bustamante debió dejar la presidencia en manos del moderado Manuel Gómez Pedraza quien, aunque había sido elegido presidente años atrás, no había podido cumplir con su mandato constitucional. Para inicios de 1833 el Congreso comenzó a ser dominado por los liberales y Antonio López de Santa Anna era el más viable candidato para suceder a Gómez Pedraza en el gobierno de México.


                   
                                            Valentín Gómez Farías
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Valentín Gómez Farías asume la presidencia

En las elecciones de marzo de 1833 Santa Anna fue elegido presidente y Valentín Gómez Farías -un reconocido político de ideas progresistas que había actuado en favor de Gómez Pedraza meses antes-  resultó electo vicepresidente. El día 1 de abril se presentó Gómez Farías a asumir la presidencia, pues Santa Anna, argumentando una enfermedad, permanecía en su hacienda de Manga de Clavo, cerca del puerto de Veracruz.

Gómez Farías era un médico de Jalisco que se había iniciado en la actividad pública en Aguascalientes allá por 1820. Compartía el mismo ideario político de José María Luis Mora, Francisco García y Manuel Crescencio Rejón. Al tomar la presidencia, con un Congreso dominado por los liberales y con la supuesta anuencia de Santa Anna, creyó que era tiempo de imponer una serie de reformas para transformar al país.


Las Reformas que se realizaron

Gómez Farías estuvo en el gobierno un año, lapso en el cual dictó una serie de decretos tendientes a debilitar el poder económico de la iglesia y la influencia del ejército. Algunas de las reformas fueron:

  • Creación de tres batallones de cívicos -es decir, guardia nacional- en la ciudad de México. Esto causó disgusto en el ejército.

  • Se suprimió la Universidad y se ordenó el arreglo de la educación pública en todos sus ramos. Algunas fincas y fondos de la iglesia fueron expropiados para financiar la educación.

  • Se prohibió a los religiosos de las Californias -Alta y Baja- el cobro por sus servicios religiosos.

  • Se publicó una ley para desterrar del país a los desafectos al gobierno. Debido a esto fueron expulsadas de México 51 personas. Se ha considerado que esta ley -que se le llamó la "Ley del Caso" por su ambigüedad- fue autoría de Santa Anna.

  • Se expropiaron los bienes de los misioneros de Filipinas que ya no vivían en el país.

  • Se decretó el cese de la obligación de pagar el diezmo a la iglesia.

  • Se expidió la ley que permitía al gobierno disolver cualquier cuerpo del ejército que se hubiera sublevado contra las autoridades actuales. 

  • Se decretó que los curatos fueran provistos de sacerdotes tal y como se acostumbraba en el tiempo de los virreyes. Es decir, el gobierno se reservaba el derecho de designar a los sacerdotes de los curatos.



El fracaso de las reformas

Como puede observarse, Gómez Farías -que comenzó a ser llamado "Gómez Furias"- emprendió una transformación social del país a costa de los privilegios del clero y del ejército, por lo que en poco tiempo tuvo a estos dos grupos en su contra. La opinión pública se volcó contra él y comenzaron a ocurrir pronunciamientos, en varios de éstos participaban curas descontentos.

Personas influyentes del clero y del ejército estaban en constante comunicación con Santa Anna urgiéndole su intervención. La primera asonada contra el gobierno ocurrió en Morelia en mayo de 1833. Las fuerzas acantonadas en esa población se insurreccionaron con el plan de "Religión y fueros", exigiendo respeto a la religión y el mantenimiento de los privilegios del clero y el ejército.

Gómez Farías, que para entonces perdía el apoyo de los liberales más moderados, conseguía sostenerse en el gobierno a pesar de las continuas revueltas en su contra. A comienzos de 1834 Santa Anna decide intervenir, le retira su apoyo al gobierno reformista, viaja a la ciudad de México y en abril asume la presidencia que constitucionalmente le correspondía. En los siguientes meses se dispone la suspensión de los decretos emitidos por Gómez Farías, con excepción del relacionado con la supresión del diezmo.

Para evitar la acción del Poder Legislativo, Santa Anna actuó resguardando las instalaciones del Congreso con elementos del ejército y convocó a un nuevo cuerpo legislativo para proceder a una revisión del sistema de gobierno que debía imperar en México. Con esto se estaban dando los primeros pasos para abandonar el federalismo.