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viernes, 13 de septiembre de 2013

El fin del imperio de Maximiliano


Impuesto como emperador de México gracias al poder del ejército francés, Maximiliano nunca pudo tener el control de la totalidad del territorio nacional. Sin poder asentarse plenamente, el imperio comenzó a desmoronarse cuando terminó la Guerra de Secesión en los Estados Unidos, cuyo gobierno ejerció una fuerte presión diplomática hasta provocar el retiro de la fuerza francesa de tierras mexicanas. 


La influencia de Estados Unidos

La guerra civil norteamericana fue la coyuntura que aprovechó Napoleón III, emperador francés, para llevar a cabo sus planes de posicionarse en México. La guerra que desangraba a Estados Unidos era un impedimento -para el gobierno norteamericano- para actuar de acuerdo a los principios de la Doctrina Monroe, que pugnaba por una América libre de las potencias europeas.

El conflicto terminó en los primeros meses de 1865 con la derrota de las fuerzas sureñas, y aunque después ocurrió el asesinato del presidente Lincoln, el gobierno estadounidense tomó en sus manos el asunto de la intervención francesa en México. El interés era de tal magnitud que se llegó a decir que en Texas se encontraban cien mil soldados listos a entrar en México para expulsar a los franceses.

Los Estados Unidos no deseaban una guerra internacional, pero no podían aceptar la injerencia de ninguna potencia europea en América. Por lo tanto, ejercieron una fuerte presión diplomática sobre Francia y Austria, solicitando el retiro de sus tropas de México para que este país se gobernara de manera autónoma.


La situación de Maximiliano

El imperio era sostenido, realmente, por el ejército extranjero al mando del mariscal Bazaine, Maximiliano nunca fue capaz de organizar y fortalecer una fuerza mexicana capaz de detener a los republicanos. El panorama se complicó cuando arribó a México, en enero de 1866, el Barón de Saillard para tratar con el emperador el retiro de las tropas francesas.

Conociendo su propia debilidad, Maximiliano intentó evitar la salida de los franceses y al mismo tiempo trató, en vano, de obtener el reconocimiento del gobierno estadounidense. En una medida desesperada, la emperatriz Carlota viajó, a mediados de 1866, a Francia para pedir a Napoleón III que cumpliera con los Tratados de Miramar y prolongar, así, el apoyo francés al imperio mexicano.

Así las cosas, en febrero de 1867 los franceses comenzaron a concentrarse en Veracruz para embarcarse rumbo a Europa. Al perder el apoyo militar, el territorio dominado por Maximiliano se reducía apenas a unas cuantas ciudades del centro de México, como la capital, Puebla y Querétaro.


La derrota del imperio

Como sabemos, el imperio se estableció a pesar de que México tenía un gobierno republicano encabezado por Benito Juárez. Con todo y la brillante victoria mexicana en Puebla, el 5 de mayo de 1862, el avance de los franceses obligó al presidente a salir de la ciudad de México y establecer un gobierno errante por diversas ciudades del norte del país.

La difícil situación por la que atravesaba el gobierno juarista, hacia 1865, se fue modificando gracias a que las tropas invasoras se fueron replegando hacia el centro de México. La acción diplomática de los Estados Unidos estaba dando los primeros resultados, además, tras concluir la Guerra de Secesión fue más fácil para el debilitado ejército republicano conseguir pertrechos en la frontera.

Aunque todavía permanecían en el país algunas fuerzas de la Legión Extranjera el ejército republicano consiguió algunos progresos de importancia. El 2 de abril de 1867 el general Porfirio Díaz tomó la ciudad de Puebla y se dirigió a la ciudad de México.

Maximiliano, que se había hecho fuerte en Querétaro, fue sitiado por el general Mariano Escobedo. En mayo se tomó la ciudad y el 18 de junio, en el Cerro de las Campanas, el emperador fue fusilado junto con los generales Miguel Miramón y Tomás Mejía.  

Con este acto, que dio la vuelta al mundo, llegó a su fin el efímero segundo imperio mexicano. Benito Juárez se dirigió a la ciudad de México -tomada previamente por Porfirio Díaz- en donde comenzó, de nueva cuenta, a organizar el gobierno republicano.


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